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Europa, trabajo comunal social y de valores

El antropólogo francés Marc Augé creó el concepto del no-lugar (non-lieu) para hablar de los lugares necesarios para la vida en sociedad; esos que son parte notoria de nuestro paisaje cotidiano, pero que apenas crean lazos emocionales o simbólicos: oficinas públicas, supermercados, hoteles, medios de transporte, aeropuertos...

Seguramente para unos cuantos ciudadanos la Unión Europea sea un non-lieu de la política: una instancia imprescindible tal vez, pero permanente; puede ser beneficiosa en lo que respecta a lo material, pero nos identificamos con ella de forma más racional que emocional, al contrario de lo que ocurre con los pueblos o comunidades de nuestro entorno. Por eso, cuando nos llaman para participar en un gran trabajo comunal para construir ese no-lugar, suelen escasear las ganas.

No voy a profundizar sobre las razones de esa situación y mucho menos a buscar responsables. Es mucho más provechoso, y sobre todo mucho más útil, preguntarse sobre el significado profundo de esa gran comunidad formada por nuestros pueblos y naciones, y a partir de ahí, ver cómo podemos ayudar a sacar adelante el proyecto de un mundo más justo, más solidario y más sostenible. Así todos estaremos a gusto.

Han definido a Europa como el “continente del espíritu” o, si se prefiere, el “continente de los valores”. Estas dos definiciones indican un espacio en el que convivir, y el objetivo principal es objetivizarlo mediante los principios éticos y los derechos. No debemos olvidar que es la cuna de la Declaración de los Derechos Humanos, del humanismo y de la democracia; allí, la tolerancia religiosa, la justicia social, el respeto a las minorías y la igualdad de oportunidades son las bases del libre desarrollo del individuo. Europa es un refugio incomparable de valores —con todos sus defectos—, y esos valores justifican el idealismo europeo, real y eficaz en vez de utopista y abstracto.

Foto: batega

Foto: batega.

Si tenemos en cuenta lo anterior, nos será más fácil superar la dejadez y frustración que sentimos ante algunos aspectos de la realidad política de Europa que no nos satisfacen. En estos tiempos difíciles conviene especialmente darse cuenta de la importancia social y ética de Europa para el presente y el futuro. Para el futuro que será forjado en gran medida por la solidez de una Europa cada vez más justa, más democrática, más rica culturalmente y que se basa en sólidos principios. Necesitamos más que nunca a la Europa que deja a un lado los fundamentalismos, las exclusiones, las explotaciones, la destrucción de recursos y la libertad tomada como libertad para robar. Para ello necesitamos instituciones sólidas, creíbles y eficaces. Y esa Europa no se construirá por sí misma; tendremos que construirla nosotros mismos o no existirá. Y los vascos no podemos quedarnos atrás en este trabajo comunal, ya que hemos participado desde que empezó.

Eusko Ikaskuntza lleva varios años trabajando duro en los desafíos económicos, sociales, medioambientales y culturales a los que se enfrentan las comunidades vascas, junto a los objetivos para conseguir un verdadero progreso en el contexto europeo. Así, la Sociedad lleva trabajando desde 2003 en realizar una descripción detallada de lo que debe ser el Desarrollo Sostenible en campos como empresa, movilidad o educación; en impulsar la reflexión sobre el fenómeno migratorio que está transformando una sociedad hasta hace poco cerrada y su adaptación a la sociedad vasca actual; sobre diversidad cultural y lingüística; sobre identidades complejas y los sentimientos cambiantes de adhesión a la comunidad; sobre la búsqueda de indicadores que unan nuestro pasado con un proyecto de futuro compartido para todos.

Reuniremos estos esfuerzos en el XVII Congreso de Eusko Ikaskuntza sobre la Reforma para el Desarrollo Sostenible de la Sociedad, en el foro internacional que realizaremos el otoño que viene. El objetivo que quiere conseguir la Asociación con este Congreso, al igual que con todos los trabajos realizados desde que nació hace 90 años, es que el País Vasco participe de forma activa en ese proyecto europeo cargado de ética y sentido. La intención es dotar a nuestro pueblo de esos valores que se encuentran en la naturaleza intrínseca del continente.

Tenemos que ayudar a que los vascos dejemos de ver a Europa como un non-lieu; queremos que se muestre como un verdadero lugar para vivir, para que todo el mundo tenga la oportunidad de desarrollarse tanto como pueda. Para ello tenemos que comprometernos con el exterior y mejorar la calidad de nuestra convivencia interna.

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